Los corazones femeninos son como esos pequeños muebles bargueños, llenos de cajoncillos encajados unos con otros; después de lastimarnos y de rompernos las uñas en ellos, hallamos en el fondo alguna flor seca, vilanos de polvo, o bien !el vacio¡.
A un alma se le mide por la amplitud de sus deseos, del mismo modo que se juzga de antemano una catedral por la altura de sus torres.
Un alma se mide por la dimensión de su deseo, del mismo modo que se juzga de antemano a una catedral por la altura de sus torres.
A un alma se la mide por la amplitud de sus deseos, del mismo modo que se juzga de antemano a una catedral por la altura de sus torres.