A un alma se le mide por la amplitud de sus deseos, del mismo modo que se juzga de antemano una catedral por la altura de sus torres.
A un alma se la mide por la amplitud de sus deseos, del mismo modo que se juzga de antemano a una catedral por la altura de sus torres.
Sé que soy inmortal. No hay duda de que he muerto unas diez mil veces en el pasado. Me río de lo que llamáis extinción y conozco la amplitud del tiempo.